Cuando los colegios mandaban en el voleibol de Costa Rica
- Julián Blanco
- 8 mar
- 9 Min. de lectura
Actualizado: 4 abr
El Calasanz, bicampeón nacional en 1984 y 1985, dignificó una época donde los colegios eran la gran cantera del deporte costarricense.

Hace poco más de cinco décadas apareció el Campeonato Nacional de Voleibol con la Universidad de Costa Rica (UCR) como gran dominador. Tanto así que hasta la fecha ningún equipo ha ganado más veces a nivel femenino y Atenas recién pudo superarlo en masculino en 2023.
Pero si la UCR era el río del que bebía el voleibol costarricense, los colegios eran los manantiales. A fin de cuentas, para aspirar a la educación superior hay que pasar por la secundaria, y ahí aparecieron una serie de instituciones que sembraron la semilla del voleibol.
El Liceo Rodrigo Facio, Liceo Laboratorio, Liceo de San José, Colegio Saint Clare, Colegio Saint Francis o Colegio Metodista fueron algunas de las grandes canteras de talento de los 70s. Pero la historia dicta que solo un colegio fue campeón nacional de Primera División: el Colegio Calasanz.
Entrenador a los 15 años
Oriundo de Zapote, Gerardo “Chino” Solano entró al Liceo Rodrigo Facio Brenes a los 13 años. Practicaba atletismo y baloncesto, pero en el colegio descubrió el voleibol en clases de educación física con German Vargas. Entonces, impulsado por el gusanillo del deporte y sin experiencia previa, preguntó si podía entrar al equipo:
“Yo mido 1,80, pero en esa época era alto. Y como era alto, me dijeron que sí. Yo no era tan malillo, pero tampoco sobresaliente”, reconoce Solano. “Seguí hasta tercer año cuando mis compañeros de cuarto y quinto ya no estaban (se graduaron). German Vargas también se había ido”.
Fue en ese momento, sin el entrenador ni los jugadores con los que dio sus primeros pasos, que la historia dio un giro sorprendente. Solano, que para ese momento también jugaba en el equipo B de la UCR, decidió hacerse cargo y ser el nuevo entrenador. Sí, en tercer año de colegio. Con 15 años.
“Para el resto de mis compañeros más jóvenes yo era como el ídolo, fue algo natural. Hay que entender que yo nací para ser entrenador, no para ser jugador. Ahora lo digo: yo jugué como para que dijeran que lo hice, pero mi vocación es ser entrenador”, narra Solano.
Y así, como si fuera lo más común del mundo, Chino puso la primera piedra de un equipo histórico.
De un colegio a otro

Más pronto que tarde, el Liceo Rodrigo Facio Brenes se convirtió en una de las potencias del voleibol tico. Ganó festivales, se proclamó tricampeón intercolegial, ascendió a Primera División y ganó el Torneo de Copa de 1980 con un equipo de estudiantes que, a pesar de todo, no estuvo exento de dificultades:
“La directora, en vez de ayudarnos, empezó a presionarnos para que por medio del equipo consiguiéramos computadoras y demás cosas para el colegio. No nos ayudaban, ni siquiera nos daban bolas y luego empezaron a cerrarnos el gimnasio”, explica Solano, que para 1980 ya estaba graduado de la universidad como profesor de educación física.
“Yo trabajaba en el Colegio Calasanz, hablé con los curas y les ofrecí traerme al equipo del Rodrigo Facio. Todo el mundo estaba de acuerdo, por supuesto”.
Fue así como, apenas unos meses después de ser campeones de Copa contra Canal 4, el equipo cambió la camiseta roja del Facio por la blanca del Cala.
Un compendio de talento
Álvaro Fonseca y Alejandro Cob, amigos inseparables desde el Colegio Metodista, debutaron en Primera División con la Caja Costarricense del Seguro Social (CCSS), pero apenas jugaron algunos puntos. Chino Solano, conocido de Cob de la iglesia, les ofreció jugar en Segunda División con el Rodrigo Facio en 1978. Luego solo Fonseca se quedaría en la época del Calasanz.
Carlos Contreras, jugador de voleibol desde la escuela. Chino Solano lo vio en un festival deportivo con el Colegio Don Bosco y de inmediato lo integró en las segundas divisiones en 1983. Finalmente, subió al primer equipo del Calasanz con 19 años en 1984.
Ronald Rojas y Jorge Quirós, amigos de Moravia que empezaron en el voleibol gracias a Alfredo Segú. El primero en el Saint Francis, el segundo tras ver un entrenamiento de la selección juvenil. Campeones de “Olimpiadas Moravianas”, Chino Solano los reclutó en 1980. A Jorge le decían “Tipi” por una retahíla que contaba en el colegio; a Ronald lo apodaron “Pichú”, aunque no sabe por qué.
Franz Scholl, nacido en Aruba de padres neerlandeses, jugó en los colegios Monterrey y Saint Francis, pero terminó sus estudios en Holanda. Volvió en 1982 y decidió seguir con el voleibol al año siguiente. Resultó que su novia conocía a Chino Solano, además de que el Calasanz le quedaba cerca de la casa.
Luis Ugalde, aprendió a jugar en el Liceo Regional de Flores y estuvo en los equipos de San Joaquín y Belén antes de que Chino Solano lo buscara para el Calasanz en 1985. Su abuela decía que tenía las mismas piernas corbetas que su abuelo Maximino, por eso su apodo: “Mino”.
Por último, cabe mencionar que del Calasanz aparecieron dos estudiantes que también fueron importantes: Arnoldo Carranza, variante de Fonseca y Scholl como central, y Mauricio Evans, un atacante trabajador e infaltable en cada entrenamiento o partido.
Esta fue la base de un equipo que podría catalogarse fácilmente como una selección colegial de la época, con la ventaja de que sus jugadores ya tenían experiencia. Con este compendio de talento, el apoyo institucional del Calasanz y la disciplina de Solano, se convirtieron en uno de los tres grandes del país junto a la UCR y Canal 4.

Régimen militar
Ahora bien, cuando se menciona la disciplina de Chino Solano no es por cliché, más bien todo lo contrario.
“Yo era un entrenador muy duro, estricto al máximo. Dios guarde alguien tuviera el uniforme mal puesto. A veces los ponía firmes y el que no estuviera firme hacía 100 lagartijas. Había una serie de reglas disciplinarias que sin eso no hubieran sido campeones”, explicó el mismo Solano.
El equipo entrenaba nueve horas por semana además de los partidos, corrían desde el Calasanz (San Pedro, Montes de Oca) hasta Tirrases y hacían pesas en el gimnasio del colegio. La parte física era insignia del equipo y en eso nadie se les acercó hasta la llegada de un tal Atenas a Primera División.
“Chino era insoportable, estricto, necio. Estaba pendiente de nuestras novias y hasta se hacía amigo de nuestros papás. Sin embargo, se veían los resultados”, relata Álvaro Fonseca.
“Yo no sabía que Chino era así. Cuando no entendía algo le preguntaba y me ponía a hacer lagartijas. Un día hasta lo mandé 'a pedir churros' y los otros (compañeros) muertos de risa”, complementa Mino Ugalde.
Aunque si se le pregunta a Franz Scholl, la respuesta es la siguiente: “El Chino es conocedor del voleibol y tuvo un montón de buenos jugadores que se le unieron. En la táctica podía agarrar a su equipo, decir 'vamos a hacer esto y esto' y salía muy bien. También era muy relax, no estresaba a los jugadores, siempre resolvía todo tranquilo. A mí me fue bien con eso”.
En fin, tal vez la disciplina holandesa es diferente…
Un nuevo rey

Carlos Echandi, la pieza que completó el rompecabezas. Colocador y capitán de la UCR, con quienes fue campeón nacional nueve veces (una de esas contra el Calasanz). En 1981 sufrió una grave lesión de rodilla y cuando se recuperó al año siguiente se topó con un equipo “egocentrista y con competencia desleal”. Eso lo llevó a aceptar la oferta de Chino Solano a los 30 años en 1983.
“Yo decía: 'pucha, este equipo con la gente que tiene, con un buen líder puede salir perfectamente'. Y de veras que tenía razón”, relata Echandi sobre su decisión.
Y es que si hay algo definitivo, es que todo tiene su final. El reinado de siete años de la UCR se acabó en 1984 cuando la Asociación Costarricense de Voleibol (Ascovol) los descalificó por viajar sin permiso a un torneo en Miami. De pronto, Canal 4 y Calasanz estaban ante la oportunidad de sus vidas.
En aquella época, los partidos se transmitían por televisión en Canal 4, sobre todo los del equipo patrocinado por esa emisora. Aquel conjunto tenía figuras como Rolando Araya (padre de Esteban, Andrés y Marcela Araya, jugadores muy destacados en años recientes) y los hermanos Luis, Bernardo y Ricardo Vargas (hijos del fundador de Canal 4, Arnoldo Vargas).
“Chino siempre nos vendía ganarle a Canal 4, eran un rival muy difícil, pero por lo general les ganábamos bastante”, rememora Scholl. El torneo de 1984 no fue la excepción y Calasanz se proclamó campeón por primera vez.
Ese equipo campeón jugaba sistema 4-2 (cuatro atacantes, dos colocadores), donde Carlos Echandi (capitán) y Pichú Rojas armaban los remates de Carlos Contreras y Mino Ugalde (puntas), y Álvaro Fonseca y Franz Scholl (centros), sin dejar de lado la figura de Tipi Quirós, que podía ser colocador o atacante, complementando al equipo de maravilla.
Al año siguiente (1985) repitieron el título, ahora contra un equipo joven, atlético y dispuesto a crear su propia historia: Atenas. El cantón venía de un recorrido similar al del Rodrigo Facio, quemando etapas desde intercolegiales y Juegos Deportivos Nacionales hasta derribar la puerta de Primera División. Joaquín Arguedas y Luis Sandoval eran los líderes de esa generación y junto al Calasanz se encargaron de crear el nuevo Clásico Nacional.
“Perdíamos 12 a 1, el público en contra y remontamos ese primer set. Luego nos montamos y les ganamos el partido. Fue algo increíble”, recuerda Mino sobre el juego ante Atenas.
“Eran partidos de cuatro horas y media por el reglamento de la época (solo sumaban los puntos con el saque). Aparte de eso, Calasanz calentaba 45 minutos antes y Atenas media hora antes, entonces eran más de cinco horas en cancha. Para que se haga una idea de la condición física de ambos equipos”, detalla Chino Solano.

El fin de una época, el inicio de otra
El Colegio Calasanz era bicampeón nacional de Costa Rica, conformado por jugadores brillantes, un entrenador reconocido en todo el país y un colegio que los apoyaba en todo lo necesario, pero la avalancha de Atenas no la frenaba nadie.
El clásico se repitió en la final de 1986, que fue la más disputada de todas, esta incluso con su cuota de polémica en los instantes decisivos del quinto set:
“Le puse una corta a Franz y la bola le picó en los pies al de Atenas, porque el remate no fue con la mano abierta, sino con el puño, como un martillo. ¡Y el árbitro la pitó fuera! Era imposible, más bien estaba un metro adentro. Después del partido no hubo más que aceptarlo, pero pudimos ser tricampeones perfectamente”, narra Echandi.
El título se escapó y Pichú decidió retirarse para terminar sus estudios universitarios. “El voleibol me quitaba demasiado tiempo”.
Pero ahí seguiría el Calasanz, presente en su séptima final en 1987, de nuevo contra Atenas. Sin embargo, ese enfrentamiento ya no tuvo discusión. Los jóvenes le pasaron por delante al colegio y Atenas consagró su propio bicampeonato.
“Tenían una defensa impresionante, cada punto costaba muchísimo”, recuerda Franz Scholl, a quien complementa Álvaro Fonseca: “Lo lloré, cuando quedaron campeones. Ese fue el final de nuestro ciclo”.

Al año siguiente Mino Ugalde, Franz Scholl, Tipi Quirós y Álvaro Fonseca dejaron el voleibol. El primero por un hombro que resintió años de remates “pocas veces vistos”, como describen sus compañeros; el segundo por falta de motivación, al punto de que hasta la fecha no sigue la Primera División; y los dos últimos para dedicar tiempo a sus familias.
“Chino era muy duro y yo no iba a ir a un equipo de media tabla para abajo. La familia del Calasanz se empezó a desintegrar y ver cómo venía Atenas y lo indefensos que nos sentíamos ante ese 'tsunami' me hicieron retirarme a los 27 años”, sentencia don Álvaro Fonseca, que luego tendría una carrera aún más memorable como entrenador.
El equipo nunca regresó a una final nacional y los padres de familia del Calasanz dejaron de estar tan anuentes a que el colegio destinase fondos a un equipo que casi ni tenía estudiantes en nómina.
Carlos Contreras se retiró hasta 1990 por el desgaste en sus rodillas. Ese mismo año finalizó la carrera de Carlos Echandi, que decidió dar un paso al lado para integrar la recién formada Federación Costarricense de Voleibol (Fecovol).
Así se consumó el cambio de guardia del voleibol costarricense, ese en el que los festivales intercolegiales dieron lugar a los Juegos Deportivos Nacionales (JDN), y ese en el que Atenas inició su historia a costa de un Calasanz que no debe ser olvidado.
Un equipo que cuando levantó el título lo que tenía de colegial era el nombre, pero que lo conformaban un entrenador y unos jugadores que ejemplifican perfectamente el voleibol de la época. Una en la que los colegios eran la base de todo.
Punto de Partida agradece a Mauricio Prado, Gerardo Solano, Carlos Echandi, Álvaro Fonseca, Franz Scholl, Ronald Rojas, Jorge Quirós, Luis Ugalde y Carlos Contreras por la información y las fotografías brindadas.
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